sábado, 19 de diciembre de 2009

¿Disminuyen los tramposos?

La implantación de nuevas medidas para combatir el dopaje, especialmente ligadas al pasaporte sanguíneo, marcó un año en el que si bien no desaparecieron los tramposos al menos disminuyeron en un alto grado.

La aplicación del pasaporte, en el que se tienen en cuenta los valores biológicos de cada persona, ha permitido sancionar a varios deportistas, entre  ellos el ciclista español Igor Astarloa, campeón mundial en 2003.

Otra medida que provocó una sonada polémica tuvo que ver con los controles  sorpresa y la generalización de la obligación de informar de la localización en  cada momento, en lo que muchos, entre ellos estrellas influyentes como los  tenistas Rafael Nadal o Andy Murray, vieron un ataque a su intimidad.

«Uno de los principios de los controles antidopaje eficaces es el control  sorpresa y el hecho de poder dar positivo los 365 días del año. La experiencia  nos muestra que los deportistas que hacen trampa se dopan precisamente cuando  saben que no serán controlados», justificó el presidente de la Agencia Mundial  Antidopaje (AMA), John Fahey.

Después de escándalos en los últimos cursos como la descalificación del  campeón Floyd Landis en 2006 o la eclosión de la eritropoyetina (EPO) de tipo  Cera en 2008, el Tour de Francia quedó al margen de nuevos «terremotos», aunque  el ciclismo volvió a verse salpicado por la controversia.

Esta vez Italia acaparó portadas, sobre todo con el positivo por EPO Cera  de Danilo Di Luca en el Giro de Italia, donde quedó segundo, y la suspensión de  dos años sin competir en el país transalpino dictada contra el español  Alejandro Valverde, por su supuesta implicación en la Operación Puerto, el  escándalo que estalló en 2006 alrededor del doctor español Eufemiano Fuentes.

Esa medida provocó que el corredor murciano no pudiera disputar el Tour de  Francia, que incluía un breve paso por Italia.

Otro protagonista negativo del año fue el también italiano Davide Rebellin,  plata en la prueba de ruta de los Juegos Olímpicos de 2008, que vio cómo le  retiraban su presea tras dar positivo.

También «manchó» la competición en Beijing el campeón de los 1.500 metros, el  atleta bahreiní de origen marroquí Rashid Ramzi, también desposeído de su  metal. En ambos casos, la detección de EPO Cera estuvo detrás de la sanción.

El tenis se vio sacudido por otros casos de consumo de sustancias  prohibidas, principalmente el del retirado estadounidense Andre Agassi, que  reconoció en un libro haber dado positivo en un test de drogas en 1997 y que  mintió a la ATP para evitar una sanción.

Por su parte, el francés Richard Gasquet, ex top ten del circuito  masculino, dio positivo por cocaína, aunque en niveles bajos, y se defendió  asegurando que la causa fue haber besado a una chica, que sí había consumido,  en una discoteca de Miami. El Tribunal Arbitral del Deporte avaló su inocencia  en diciembre.

También tuvo problemas por cocaína, que figura como producto prohibido por  el Código Mundial Antidopaje durante la competición, el ciclista belga Tom  Boonen, aunque en su caso de manera reincidente.

En el deporte latinoamericano, las víctimas más sonadas llegaron en el  mundo del béisbol, donde el dominicano Manny Ramírez fue castigado tras dar  positivo, mientras que se hizo público que su compatriota Alex Rodríguez  (A-Rod) se dopó al menos durante tres años (2001-2003).

En España, las autoridades destaparon en noviembre una red alrededor del  médico peruano Walter S. Viru Rodríguez, en la que se vio implicado el  marchista andaluz Paquillo Fernández, que negó cualquier relación con el  dopaje.

Por tercer año consecutivo, el «caso Marion Jones» volvió a arrastrar  consecuencias y el Comité Olímpico Internacional (COI) reatribuyó por fin la  mayoría de medallas ganadas en Sydney-2000 por la atleta californiana, que en  2007 admitió haber hecho trampas.

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